lunes, 7 de noviembre de 2016

Burbuja

Se me hacía raro volver a la rutina. Había sido un fin de semana de ensueño. En mi burbuja. Lejos de todo. ¿Dónde estaba Patri? ¿Dónde estaban los mimos? Los quería de vuelta. Y aquí estaba yo. Sentada en una silla dispuesta a interpretar. Distraída. Recordando cada caricia, cada beso, cada confesión compartida. Recordando las risas que resonaban en las paredes de su piso. Llenas de vida. Ilusión. Magia. Ahora solo quedaban los recuerdos y unas ganas que me invitaban a volver a ella. Algún día. En algún momento. Tarde o temprano.

Lejos del mundo. Cerca de ti.

Ella me hacía desconectar. Me sumergía en un mundo donde no existan las normas, las reglas. Tampoco había trabajo. Ni tan siquiera había rastro de aquello que llamamos estrés. No había nada. Bueno, quizás mienta. Sí que había algo. Había amor. Había felicidad. En cada rincón de la casa. En cada gesto. En cada detalle. El amor lo impregnaba todo. Me encontraba en una burbuja. En paz. Solo había un nosotras. El mundo había quedado lejos. Muy lejos. Como una mota de polvo en el universo. Insignificante. Absurda. Y ella tenía la culpa. Como siempre.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Mil primeras veces

Mis ojos encontraron los suyos. Expresivos y misteriosos al mismo tiempo. ¿En que estaría pensando? Nunca tenía ni la más remota idea. Era toda una incógnita. Seguí mirándola. Repasando cada rasgo, cada detalle. Mis manos seguían recorriendo cada milímetro de su piel. La miraba, la tocaba, como si jamás lo hubiese hecho. Como si cada vez que lo hiciese fuese la primera vez. Y lo parecía. Cada vez que la miraba era como si jamás la hubiese visto. Cada vez que mis manos entraban en contacto con su piel, era como si jamás la hubiese tocado. Y al mismo tiempo… era como si lo hubiese ello un millón de veces. Dejándome una sensación familiar, acogedora. Una sensación que repetiría una y mil veces.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Desconectando juntas

Ya quedaba menos. Contaba las horas para que llegase el fin de semana. Se me estaba haciendo eterno. ¡Vamos! Pasa más deprisa. Más deprisa. Quiero verla. Quiero verla sin tener obligaciones. Sin tener que marcharme. Sin tener que decirle me tengo que ir. Y ver en sus ojos que eso es lo último que quiere que haga. Ya quedaba menos. Unas horas más y sería mía. Y yo sería suya. Un fin de semana para las dos. Nuestro. Solo nuestro y de nadie más.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Rugido

Enredo su mano en mi pelo y me atrajo con fuerza. Las mariposas rugieron. Y el fuego se propagó como la pólvora. Me pegue más a ella y deseé que aquel beso no acabase nunca. Nunca.

viernes, 28 de octubre de 2016

Momentos cotidianos

La escuche trastear en la cocina. Me removí entre las sábanas. Semidesnuda. ¿Ya era hora de levantarse? La noche había pasado demasiado rápido. Como siempre. No dormía demasiado. Prefería estar despierta. El sonido de unas tazas me hizo despertarme. Lentamente. Me incorporé, frotándome los ojos. Intentando que se acostumbraran a la penumbra. Localice mis pantalones y me los puse haciendo malabarismos para no caerme. Bostece por enésima vez y me encaminé hacia la cocina. Y ahí estaba. Recién duchada y preciosa. Me acerqué a ella y la bese. Aquel gesto, aquel momento, me resultaba cotidiano. Como si lo llevase haciendo mucho, mucho más tiempo. ¿Que tenía aquella chica que hacía que todo me resultase tan natural? Magia. Supongo.

martes, 25 de octubre de 2016

Hasta que volvamos a vernos

¿Cuánto se puede echar de menos a una persona? Veamos. Voy a improvisar. No se la respuesta a esa pregunta. Solo escribo. Escribo porque quiero verte. Porque estoy deseando volver a rozar esos labios que tanto me gustan. Suaves. Dulces. Tiernos. Estoy deseando que nuestras miradas se crucen. Y que tu apartes la tuya. Nerviosa. Deseo volver a verte y sentir esa electricidad que me produces con cada caricia. Erizando cada milímetro de mi piel. Calentando cada parte de mí. Estoy deseando verte para escuchar un te quiero salido de lo más profundo de ti. Creando un ejército de mariposas en mi estómago. Mariposas que se han asentado ahí. No quieren irse. No quieren perderse ninguno de tus chistes, ninguno de tus bromas que a veces solo tú entiendes. No quieren perderse esa cara de niña pequeña cuando te frustras o te sientes confusa y no sabes qué hacer. No quieren perderse nada. Así que no se irán. Esperarán. Esperarán el momento de tu regreso. En el que nos volvamos a ver.